domingo, 18 de mayo de 2008

Sueño

Soñé con gente enmascarada, una noche oscura que desparramó a todos ellos a mi alrededor en una danza protagónica circular que los confundía a unos con otros. De mi cuerpo brotaban llamas que se ofrecían a las estrellas y sus reflejos me impedían distinguir sus cara, aunque los conocía a todos.
Pasé las manos por mis ojos que ya empezaban a chamuscarse y mi visión se desenfocaba como a través de un vidrio sucio.

El dolor pertenece al pasado.
Te vi, en un momento te vi y te perdí.

Sentía el cuerpo rígido, los músculos contraídos al máximo , la mandíbula apretada y oía el crepitar de cada una de mis células, un sonido similar al que produce arrugar suavemente una lámina de papel de aluminio. Sólo podía mover la cabeza a los lados para buscarte, la ronda de personas seguía ahí, expectante, entre ellos reían y cuchicheaban, pero mi piel al chamuscarse chillaba como una chicharra perezosa al comienzo del verano y distorsionaba tales susurros maliciosos. Y no te encuentro y me desespero. El olor a pelo quemado me produce náuseas falsas que por un momento me distraen; ya no tengo estómago, imposible vomitar. Estarás rondando por detrás, confabulando con otros lobos que solían divertirme a mi también y reir con mis payasadas de ocasión. La carne de mi boca se quema y se adhiere a los huesos faciales, los dientes hierven pero no ceden. Las risas aumentan y mis oídos –ahora librados de orejas- escuchan con claridad, y no te escucho.
Por un instante dudo si aun estarás, pero como desde el primer día puedo presentirte más allá de mis cinco sentidos -sin sentido- que te acunaron a mi lado. Sólo a quienes tengo en frente veo quitarse las máscaras y arrojarlas con malicia sobre mi, pero intuyo que todos estarán haciendo lo mismo porque recibo golpes en todo mi cuerpo que, al haberse quemado los músculos de las piernas, me obligó a caer de rodillas y la gente se agigantó ante mi, algunos vivaron y sus sombras crecían aun más. Se quitaban las máscaras con burla y me las arrojaban, y debajo de estas no había caras, sino más máscaras, en cantidades interminables que iban cayendo en forma anacrónica sobre mi cuerpo que ya era un montículo de algo indescriptible que ardía sin gloria alguna. Te busco, quiero verte, olerte una vez más por mis huecos nasales y no lo logro. Un curioso que pasaba por el lugar escupió sobre mi con un fingido desprecio y su esputo se evaporó casi al tocar mi piel. Las risas mutaron en canciones de hienas impiadosas y en alaridos que se multiplicaban. Yo ya me estoy yendo y entre ellos se miran con desconfianza, uno a otro, a los lados y por sobre el hombro; habrá que buscar a alguien más, el círculo no debe quedar vacío o los asfixiará con sus propias miserias, ahí donde el fuego nunca arderá sobre el fango de la ciénaga existencial que domina las almas de los perversos. Mientras debatían, desconfiaban y cuidaban sus espaldas, un perro se acercó a mi, olisqueó las cenizas de lo que yo había sido y orinó con elegancia y un equilibrio en tres patas casi artístico sobre ellas. Tu voz llamó al can con voz despreocupada y fuiste la primera en largarte de ahí.

No hay comentarios: