domingo, 18 de mayo de 2008

Prudencia

Toda prudencia debe tener necesariamente una fecha de vencimiento. El placer en estado puro no se hace esperar, pero ignorar su latencia sería como raspar un vidrio roto contra un pizarrón sin apretar los dientes. Empezar es lo difícil, el resto sale como una meada tardía, fluida y directa al inodoro de las pasiones que todo se traga con un simple botón que se aprieta, a veces gatillo.

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